Autores: Jacques Henri Lartigue

Con una pasión por el movimiento, la naturaleza y las personas, Lartigue dejó un legado de imágenes frescas y espontáneas que reflejan su sensibilidad y su humor. Su obra fue reconocida internacionalmente y su estilo sigue inspirando a generaciones de fotógrafos y artistas.

Jacques Henri Lartigue fue un artista francés que destacó por su fotografía, la cual reflejaba la belleza y la alegría de la vida con su cámara y sus pinceles. Desde niño, Lartigue comenzó a fotografiar todo lo que le llamaba la atención, y su obra es un testimonio de la evolución social y tecnológica del siglo XX. Sus imágenes reflejan su pasión por el movimiento, la naturaleza y las personas que lo rodeaban. Además, aunque se dedicó profesionalmente a la pintura, nunca abandonó la fotografía como una forma de expresión personal.

Tomó su primera fotografía en 1900 a la edad de seis años. Nacido en el privilegio, el padre de Lartigue era banquero, y la familia pertenecía a la alta burguesía francesa. Lartigue paralizó la deliciosa vida de las clases altas de antes de la guerra con sus visiones fugaces y una devoción apasionada a la búsqueda de la alegría.

Su estilo y temática

Lartigue era conocido como el fotógrafo de las flores, convirtiendo este motivo en un lenguaje, estudiando a fondo su cromatismo, ritmo y musicalidad. En 1915 ingresa en la Academia Julien, donde estudian pintura Matisse, Leger o Calder y convierte las flores en un laboratorio para experimentar también con la abstracción.

Además de su trabajo con las flores, Lartigue también es conocido por sus fotografías de carreras de automóviles y de la alta sociedad parisina de la década de 1920. En estas imágenes, capturó la velocidad y el movimiento con una técnica innovadora que incluía el uso de exposiciones más largas y ángulos de cámara inusuales.

Lartigue también fue uno de los primeros fotógrafos en utilizar la cámara Leica, una cámara compacta y portátil que le permitió tomar fotos de manera más discreta y capturar momentos espontáneos de la vida cotidiana.

Su trabajo ha sido reconocido como un precursor del estilo de la fotografía documental y ha influenciado a muchos fotógrafos posteriores. Jacques Henri Lartigue es considerado uno de los grandes maestros de la fotografía del siglo XX y su obra sigue siendo una fuente de inspiración para muchos fotógrafos contemporáneos.

Preocupado desde pequeño por la fugacidad del tiempo, su insaciable curiosidad le movió a experimentar modos de atrapar la plenitud de la vida para poder revivirla eternamente. Jacques Henri se dejó fascinar por la belleza que rodeaba su cotidianidad de clase acomodada, y creció rodeado de fotógrafos aficionados y de prensa ilustrada.

«El fotógrafo más engañosamente simple y penetrante.»
Richard Avedon

El color

Lartigue experimentó con el color por primera vez en 1912 gracias al autocromo de los hermanos Lumière, una técnica que permitía aplicar diminutos puntos de color sobre placas de 6×13 cm, que carecían de negativo y necesitaban de visores específicos para visualizar la imagen en tres dimensiones. Aunque su fama vino de la mano del blanco y negro, el color fue una obsesión que le acompañó toda su vida. Incluso al final de su carrera, decidió re fotografiar en color sus instantáneas monocromas más emblemáticas.

En 1936, Kodakchrome en Estados Unidos y Agfa en Alemania revolucionaron la fotografía, dando comienzo a la era moderna del color. Lartigue vio una nueva oportunidad para experimentar con una técnica más sencilla y unos colores más intensos, y se dejó llevar por el poder mediático de la publicidad y el cine.

Fama

En 1962, la casualidad hizo que Lartigue y su esposa coincidieran con Charles Rado, fundador de la emblemática agencia Rapho, quien les puso en contacto con John Szarkowski, el nuevo director del departamento de fotografía del MoMA, quien fascinado por sus atrevidos encuadres, le organizó una exposición retrospectiva que lo catapultó profesionalmente. La obra de Lartigue fue redescubierta por historiadores del arte.

«Kerisdan, Bretaña», realizada en 1976 y titulada después de la playa en Francia donde se tomó la foto, es un hermoso ejemplo de uno de los recuerdos agradables de Lartigue. Como instantáneas del tiempo, sus fotografías perfilan su historia personal. Esta imagen en particular encarna el espíritu del verano, ya que representa a un niño parado en el agua entre dos perros, uno volando y otro descansando pacientemente en la arena, representando la alegría de un día de verano. Tomada cuando Lartigue tenía 82 años, «Kerisdan, Brittany» es un reflejo sentimental de cómo pudo revivir su juventud y muestra que estos momentos de observación eufórica permanecieron con él durante la vejez.

Sus fotografías fueron aclamadas en parte debido a su alejamiento de los retratos formales y posados que habían sido típicos de la fotografía temprana y también por su encanto ingenuo. Lartigue fue nombrado caballero de la Legión de Honor en 1975. Una colección de su obra, Diario de un siglo, fue publicada en 1970 (reimpresa en 1978). Las colecciones posteriores de la obra de Lartigue incluyen Les Femmes aux cigarettes (1980; Women Holding Cigarettes) y Les Autochromes de J.-H. Lartigue, 1912–1927 (1980; Los autocromos de J.H. Lartigue, 1912-1927).

«NUNCA HE TOMADO UNA FOTO POR NINGUNA OTRA RAZÓN QUE EN ESE MOMENTO ME HIZO FELIZ HACERLO».

La obra de Lartigue es un testimonio de la evolución social y tecnológica del siglo XX, reflejando su pasión por el movimiento, la naturaleza y las personas que lo rodeaban. Sus imágenes tienen un estilo fresco y espontáneo que transmite su sensibilidad y su humor, convirtiéndolo en un artista excepcional.

«¿Qué intento hacer? Pintar, no flores al sol, sino sol sobre flores… sobre flores, sobre árboles, sobre cualquier cosa y sobre todo».

En 1979, Lartigue donó la totalidad de su archivo al gobierno francés y lo confió a la Association des Amis de Jacques Henri Lartigue, con el objetivo de presentar y mejorar su legado.

 

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