Autores: Cindy Sherman, la máscara y el espejo

Cindy Sherman usó para su arte dos herramientas: la fotografía y a sí misma. Un día giró su cámara y vio que sacando fotos de ella misma podía hablar de los temas que le interesaban.

Cynthia Morris Sherman (1959) fue una niña normal en los suburbios de Nueva Jersey hasta que se fue a estudiar arte a la universidad. Empezó con la pintura pero buscando algo más comenzó a usar la cámara de fotos y a desarrollar sus ideas con ella.

Pronto descubre lo que quiere transmitir, el papel de la mujer, el papel del artista, la identidad. Pero sus imágenes no son para nada autorretratos, sino arquetipos, clichés, imágenes ambiguas y espejismos típicamente post-modernos, representado papeles de todo tipo, creando personajes, fabricando identidades.

Su mundo se inspira en el cine, tv y otras artes y son parodias y suplantaciones. Por ejemplo en una serie de 69 autorretratos que hizo en blanco y negro «Complete Untitled Film Stills (1977-1980)». Son una serie de arquetipos ficticios basados en Hollywood, que se le han dado tradicionalmente a la mujer: la femme fatale, el ama de casa, la pin-up, la madre, la prostituta, la mujer maltratada, la secretaria…, todos roles femeninos profundamente incrustados en nuestro imaginario cultural.

Se disfraza y usa su imagen para criticar a nuestra cultura contemporánea saturada de imágenes concebidas para manipular al espectador/consumidor incapaz de diferenciar entre la realidad y la ficción.

Ella misma crea sus ambientaciones, vestuarios, maquillaje y en varias fotos se puede ver el disparador con su cable saliendo de su mano.

La serie «Centerfolds» de1981, la hizo por encargo de la revista de arte neoyorquina “Artforum”. Estas fotos debían ser usadas en doble página, en un formato muy apaisado, acorde con las dimensiones de la revista.

En sus series “Fairy Tales (1985) y Disasters (1986)”; Cindy explora los impulsos extraños, monstruosos y carnavalescos que se expresan a través de los cuentos de hadas, humor negro, payasos y máscaras. Utiliza una amplia variedad de técnicas de maquillaje, máscaras y prótesis para crear una representación verdaderamente impactante y grotesca del cuerpo. Se ha descrito la colección como avanzar hacia «… el lado oscuro de nuestras fantasías colectivas, un lugar donde las fuerzas de una sexualidad desenfrenada polimorfa y la violencia se encuentran sueltos entre los juguetes de la imaginación.»

En la serie «History Portraits, (1988-1990)», donde personifica protagonistas masculinos de pinturas clásicas de la historia del arte de Occidente. Pretende destacar, básicamente, el abismo que se abre entre el modelo histórico y el simulado, es decir entre el ideal y una realidad metamorfoseada, transformada, mutilada y desnaturalizada.

Nuevamente Sherman utiliza magistralmente la caricatura para hablar de lo que le interesa: cómo la mujer es vista por la sociedad, sobre todo, a través de los medios de comunicación, el arte, las revistas… qué sucede cuando se envían estos mensaje y las consecuencias de todo esto.

Luego “Sex Pictures” (1992), posteriormente su cuerpo desaparece por completo de la escena como en la serie “Horror Pictures” (desde 1994), “Mask Pictures» (a partir de 1995) donde su cuerpo sólo volverá a aparecer aisladamente in persona en algunas de sus fotos.

Feminismo

La colección de fotogramas de Sherman implica, de un modo bastante obvio, una redirección imaginaria de la mujer en una sociedad gobernada por hombres. La artista interpreta a su género de modo que llama la atención sobre el papel subordinado de la mujer.

Sherman fue importante para el movimiento artístico feminista al darle protagonismo al cuerpo y la psique femenina, o al criticar la femineidad patriarcal, o al mostrar la redirección imaginaria de la mujer en una sociedad gobernada por hombres. o al mostrarla forzada a interpretar su género.

Durante los años setenta, Sherman jugó un papel preponderante en la reestructuración feminista del cuerpo, movimiento originado y mantenido por las mujeres. Esta generación creía que “lo personal es político” y los artistas de performance, en su mayoría mujeres, se apropiaron de este axioma y lo transformaron, a la vista de sus logros, en algo asombrosamente real  basado en la disforia existente entre los sexos.

En los años ochenta la conciencia de la subordinación se convierte en impulso para una serie de fotografías cuyo contenido destila una rabia abrumadora, como si la imagen encantadora que adoptó en sus primeros trabajos quisiera vengarse de la acusación de que las mujeres interpretan su femineidad para agradar a los hombres.

En sus trabajos más recientes, los últimos cinco años, vemos a una artista entrada en años que continúa agitando el arquetipo de la mujer en sociedad.

Sus fotografías alcanzan valores de 20.000 a 50.000 dólares y encontramos sus obras en museos como Tate Modern de Londres y MoMA de New York.

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