Las fotos de María Edith suelen tener una visión diferente. Esos detalles que para otros pasan desapercibidos se revelan como otra hermosa realidad.
La fotografía siempre anduvo presente en su familia. Su padre tenía una mirada muy particular de lo cotidiano y a la madre eso mucho no le gustaba. Ella no entendía porqué prefería fotografiar lo simple, lo que estaba tras bambalinas, cuando ella creía que había que «estar presentable y posar para la foto». Así creció, con dos miradas tan diferentes, como tantas otras cosas en la vida.
Cuando su hija Luisina era preadolescente, comenzó a interesarse en la fotografía y quiso aprender. Así fue como ella misma volvió a conectarse con el hobby pero a distancia, acompañándola, viéndola avanzar y disfrutar.
Hace unos años, entraron a robar a su casa y se llevaron todo lo que tenían de valor, incluida la cámara que hasta ese momento no dejaba que sea llevada a cualquier lado. Llevó tiempo volver a comprar otra.
Una vez con nueva cámara en mano, decidieron disfrutarla, salir a la calle, usarla… en definitiva se la habían llevado de adentro de su casa. Para ella fue un disparador, sumado a que en la puerta de casa había comenzado la obra del túnel de la Avda. Nazca.
Una mañana, cámara al cuello, salió en la búsqueda de documentar el trabajo de esos hombres. Al principio desconfiaban, bajaban la mirada y se preguntarían ¿qué hace una mujer en la obra fotografiándonos?
«Pasados los días se fueron acostumbrando y les gusto la idea. Creo que se sintieron tenidos en cuenta, su trabajo importaba e interesaba a otros y siempre fueron atentos, educados y respetuosos. Desde los de seguridad a albañiles, electricistas, ingenieros, camioneros, soldadores… De algunos, conocí sus nombres o apodos, que tienen hijos chiquitos, que viajan hasta 3 horas de ida y otro tanto de vuelta. Que eran de Corrientes o Jujuy. Se animaban y me pedían alguna copia en papel para mandarles a su mamá. Siempre me devolvieron una sonrisa. Cuando me los cruzaba aún oscuro a la mañana muy tempranito, cuando me ofrecían unos mates a media mañana en el descanso. Cuando bajo pilotines y metidos en el barro seguían porque llegaba el camión hormigonero o esos maravillosos asados de los viernes. Siempre, siempre con una sonrisa.»
«Yo solo tengo lo básico en fotografía, poca teoría, pero ellos fueron mi escuela durante 2 años. La cámara al cuello la siento como una protección. Hoy tengo casi 60 años y cuando salgo a fotear pierdo la vergüenza y disfruto ese momento como pocos.»
Usa una Nikon 5200, lentes Sigma 17/50, otro Nikon 55/200 y no usa flash.
Cuando participa en las sesiones con modelos que organizamos en el grupo, su mirada siempre se distrae con los detalles. Esas partes que aveces cuentan más que el todo.
«Trato de no incomodar a los que van con equipos profesionales. Igualmente, ellos siempre son generosos y comparten conocimientos.
Lo mío es simple, un reto conmigo misma.»
Agradecemos a María Edith por sus palabras y esperamos que inspire a otros.