La película de Michelangelo Antonioni de 1966, está basada muy libremente en una parte del relato de Julio Cortazar «Las babas del diablo», siendo adaptado por el mismo director y Tonino Guerra. 

El filme es un reflejo de la época, donde se puede ver desde la alocada actividad del protagonista como su contexto. Aún seguía en vigor el fenómeno cultural y de moda del “Swinging London” que afectó especialmente a la juventud con un sentido de “revolución cultural”.  Antonioni era en ese momento un director ya casi icónico en la época. La película se rueda en color (segunda película en color del director) con actores desconocidos para la época o que aún no habían despuntado como lo harían posteriormente.

<SPOILER> 

Se trata de un afamado fotógrafo (David Hemmings) que vive en Londres y se dedica a la fotografía de moda en la década de los 60.  Muestra a un estereotipo de fotógrafo, un poco cansado de su trabajo y que decide irse a hacer unas fotos al parque. En él acaba fotografiando de forma involuntaria un supuesto asesinato. Durante el resto del metraje, nuestro protagonista intentará descubrir a partir de la imagen todo lo posible acerca del indeseado suceso, sumergiéndose así en su propia obra hasta el punto en el que la dimensión real y la fotográfica se unen en una misma. Finalmente, se dará cuenta de que ese asesinato nunca fue real.

El final de Blow-up nos habla de por qué concebir las fotografías como una extensión de la realidad es un error. El error del protagonista es creer que estudiar una foto es equivalente a estudiar ese instante vivido. En la fotografía del supuesto asesinato, no hay nada. Al igual que ocurre con el famoso cuadro de René Magritte «La traición de las imágenes» donde el cuadro muestra una pipa y debajo un texto dice «Esto no es una pipa».  El pintor nos advierte de que eso que observamos no es realmente una pipa, podemos llegar a la conclusión de que sobre el lienzo no hay nada, es una copia, un calco, una falsificación, una imitación. Esa representación intenta ser una pipa pero nunca podrá llegar a serlo.

Al igual que Magritte, Susan Sontag, una reconocida escritora, filósofa y cineasta nos narra entre otros temas en su ensayo «Sobre la fotografía», a las fotografías como un simulacro de nuestra propia realidad. Un intento de convertir momentos mortales en inmortales. ¿Por qué hablamos de “inmortalizar” como sinónimo de “fotografiar”? No estamos haciendo inmortal un instante, sino creando una copia de este pero que nunca será real.

“Una fotografía es a la vez una pseudopresencia y un signo de ausencia”
Susan Sontag.

Por eso el final de Blow-up nos habla tan bien de por qué concebir las fotografías como una extensión de la realidad es un error. El fotógrafo decide vivir esa mentira ya que le parece mucho más fascinantes que cualquier cosa que pueda encontrar fuera de ella.

En la escena en cuestión Antonioni escribe una oda a la falsedad de la imagen. Defiende que, en ocasiones, puede ser mejor vivir en la ignorancia de la cueva de Platón si eso consigue hacerte feliz. Habiendo averiguado Thomas que el asesinato no había existido en la realidad, este se encuentra con un grupo de mimos jugando al tenis sin raquetas ni pelota. Aunque en un comienzo parece extrañado e incapaz de entender lo que ve, al poco tiempo empieza a oír el sonido de la pelota botando e impactando contra las raquetas. Incluso llega a devolverles la «pelota» cuando esta se sale del campo. El juego se hace real aún sin serlo.

</SPOILER>